La peregrinación de los Huicholes de la Sierra Madre Occidental, se ha realizado por rutas ancestrales que pasan por decenas de sitios sagrados, hasta culminar en Huiricuta – El Quemado, para establecer comunicación con sus Dioses, en la Sierra de Catorce, en el corazón del Altiplano Potosino, y punto de partida para visitar pueblos mineros como Real de Catorce, Guadalcazar y Charcas. El recorrido tradicional de la Ruta Wiricuta, es una peregrinación ancestral de los Huicholes, por senderos cercanos a rancherías como Coyotillos, Guadalupe Victoria en la sierra Picachos de Tunalillo y Santa Gertrudis. Es un ambiente escaso en agua y sólo existe en depósitos como el Tanque de Dolores, Tanque Nuevo y las Ánimas, que sustentan a borregos, caballos y fauna silvestre. Solo hay arbustos de mezquite y gobernadora, donde sobresalen palmas o yucas que adornan el paisaje.
Cerca de la Estación Wadley, Estación Catorce y el pueblo mágico de Real de Catorce, existe un punto mítico en estas extensas planicies, es el Bernalejo, una pequeña elevación que sobresale casi 10 m: es un sitio ceremonial sagrado, donde los Huicholes colectan peyotes de buen tamaño. La vereda es difusa hasta el pequeño cerro y en la cima se encuentran grandes rocas redondeadas, entre las que se han improvisado altares con restos de velas, listones y piezas artesanales en ofrenda. Ahí rezan en su dialecto y proceden a comer el peyote, al mismo tiempo que ruegan a los dioses por ellos, por lluvias, el ambiente, y hasta por nosotros. Los Huicholes en sus ceremonias religiosas usan a este Panchito, Jícuri o Peyote (Lophophora williamsii), un cactus que en su cosmovisión representa al Venado Sagrado.
Desde tiempos prehispánicos, año tras año, hasta estas tierras semiáridas acuden Huicholes de otros estados para realizar sus ceremonias religiosas y colectar Peyote. Pese al aspecto monótono del paisaje, es una región muy biodiversa; las extensas planicies están cubiertas por matorrales, cactus, yucas, y cientos de especies de plantas, donde se ven liebres, correcaminos, zorros y venados. Antaño, era común encontrar pastores con 2 a 3 perros y rebaños de hasta 500 chivos; pero, era más espectacular hallar en mitad de la nada, manadas de hasta 300 caballos que vagaban libres. Ahora, en estos parajes despoblados, son más constantes los grupos de “turistas místicos”, que buscan al Jicuri, y no con los mismos fines rituales que los Huicholes.
Causan grave impacto estos “Los Pulgosos”, jóvenes extranjeros o mexicanos, que buscan el Peyote, que sin ser huicholes invaden las propiedades cuando buscan la experiencia mística; lo que daña al peyote y molesta a los Huicholes, que sienten invadido su “Espacio Sagrado”. Por ello, es prioritario reglamentar el uso de estas tierras, formar grupos de vigilancia, controlar la entrada de visitantes, y evitar el saqueo de peyotes y demás cactus. Esta área ya es reconocida por la coordinación de programas ambientales de la UNESCO, desde 1988, como uno de los 14 sitios sagrados naturales dentro del programa de “Conservación de Sitios Sagrados naturales del Mundo”. Lo que favorece a los Huicholes y su importante peregrinación y ritos, mediante los cuales transmiten el conocimiento de su cultura a las futuras generaciones.